En medio de un clima eufórico y ante una multitud que colmó la Plaza de San Pedro, finalmente se anunció al sucesor del papa Francisco en la Capilla Sixtina. El cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunció las palabras que millones de personas esperaban: “Habemus Papam”, siendo el cardenal Robert Prevost el elegido, quien a partir de ahora será conocido como León XIV, primer papa agustino y segundo pontífice del continente americano.
La elección se concretó en la cuarta ronda de votación, repitiendo el patrón del cónclave de 2005 que consagró a Benedicto XVI. Los 133 cardenales electores, llegados de todos los continentes, deliberaron durante dos días hasta alcanzar el consenso.

El discurso del Papa León XIV
Minutos después de su elección, el nuevo Papa apareció por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro. Conmovido por la emoción del momento y frente a miles de fieles congregados en la plaza, ofreció su primer mensaje como Sumo Pontífice.
“La paz esté con todos ustedes. Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo resucitado y buen pastor, que ha dado la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz llegue a sus corazones, les alcance a sus familias, a todas las personas donde quiera que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra. La paz esté con ustedes”, expresó.
Durante su discurso, el Papa destacó el valor de una paz “desarmada”, “desarmante” y “perseverante”, que —según sus palabras— proviene de “Dios, que nos ama a todos incondicionalmente”. Recordó también la figura de su predecesor, afirmando que “todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil pero siempre valiente del papa Francisco que bendecía a Roma”.
En continuidad con esa bendición, manifestó: “Dios nos quiere mucho, Dios ama a todos, el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios”.
A su vez, hizo un llamado a la unidad, a caminar “de la mano con Dios y entre nosotros”, y a ser “discípulos de Cristo”. Instó a construir puentes “con el diálogo, con el encuentro”, y a “unirnos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz”.
En un saludo especial a la diócesis romana, señaló la necesidad de construir una Iglesia misionera y abierta, “como esta plaza, con los brazos abiertos a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra presencia, de nuestra caridad, de nuestro diálogo y amor”.
Antes de concluir, envió un mensaje a todos los pueblos que han acompañado a sus obispos con fidelidad, y pronunció una última invocación:
“A todos ustedes, hermanos y hermanas de Roma, Italia y todo el mundo: queremos ser una Iglesia que camina, que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que siempre busca estar cerca de quienes sufren".
"Hoy, el día de la Virgen de Pompeya, nuestra madre María quiere caminar siempre con nosotros, estar cerca de nosotros con su intercesión y su amor. Recemos juntos por esta, nuestra Iglesia, por la paz en el mundo. Pidamos esta gracia.", a continuación evocó un Ave María acompañado de la multitud de fieles.
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